Inodora, insípida y sin tacto. La gastronomía en Internet, entre el negocio y el fetiche, pero…
Por Víctor Ego Ducrot
El señor Schill caminaba las calles de La Paternal vestido de negro y siempre con un paraguas en la mano. De profesión casamentero -Shadjn- vivía atento a los reclamos de pareja de sus paisanas y paisanos recién llegados a la ciudad.
Me lo contó mi amigo Rubén Zilber, quien a su vez le llegó de su madre, vecina y contertulia del señor Schill. Lo recordé el día que busqué cocina virtual en el Google. Entre sitios dedicados a vender biblias y calefones apareció uno –virtualforos.com- en el que, junto a una receta de mole (la salsa de las salsas mexicanas) y otra de calamares a la marinera, surgían fotos de señoritas con edades para todas las fantasías, a la espera de caballeros con buenas intenciones.
Entre el señor Schill y nuestra era digital transcurrieron el correo, el teléfono y el telegrama; el aviso clasificado y el fax. Sin embargo no se trata aquí de formas y métodos de comunicación, sino de seres reemplazados por símbolos; y respecto de ese enrevesado asunto, con la cocina sucede algo muy peculiar: si el ser (¿y su símbolos?) no huelen, ni saben ni se tocan, pues entonces son fetiches.
Sobre cocina virtual, Google ofrece unos 2.190.000 sitios y blogs. Si anotamos gastronomía el resultado es de 38.200.000 posibilidades. Si escribimos culinaria argentina las páginas ofrecidas son 1.440.000. Internet nos informa que lo virtual es algo así como un sistema o interfaz informático que genera representaciones de la realidad o, mejor dicho, una pseudorrealidad alternativa.
¿Acaso lo escrito hasta ahora significa que usted se topó con un energúmeno que se opone a la revolución tecnológica, se aferra a una vieja máquina de escribir porque las computadoras le dan asco y utiliza palomas mensajeras porque el correo electrónico le inflama el hígado?
¡Dios no lo permita! ¡Si esta nota fue escrita desde Internet! Simplemente sucede que la famosa Red es un gran banco de datos, casi infinito, que nos informa y nos ilustra; y un medio de comunicación global que hace no tantos años parecía de ciencia ficción. ¿Para qué pedirle más?
Pese a las tantas informaciones incorrectas que contiene y a los muchos pelafustanes que venden hasta lo inimaginable, Internet permitió, por ejemplo, que el escritor argentino Sergio Gaut vel Hartman –él habla de ficción especulativa y literatura conjetural- nos revelara que Batman es fanático de la cocina macrobiótica y que, en lejanos países, los caramelos de alacrán y los testículos de mono son manjares codiciados.
Podríamos recomendar un sinfín de puertos, pero navegue usted -que de navegar en griego proviene la palabra cibernética - sin influencia ni ataduras. Sólo citaremos uno que está pensado desde la mejor investigación gastronómica, la que proviene de la memoria y de los sabores primeros.
Nos referimos a recetasdelaabuela.blogia.com, de Silvia Mayra Gomez Fariñas, autora de un libro de próxima aparición en La Habana, una summa culina ardere o tratado absoluto de cocinar a la cubana, como lo define prólogo.
Bistec (bife) de res (novillo) al ajillo. Frituras de maíz tierno. Moros y Cristianos, y mermelada de guayabas. Esas son algunas de la recetas de Mayra, y porque me parece que la vida no tiene sentido sin su sabor, aquí les cuento la última, que es muy fácil.
En una olla y cubiertas con agua, seis guayabas cortadas en trozos y sin pelar hierven durante media hora. Luego refresque, cuele y pase por la procesadora. Añada medio kilo de azúcar y una pizca de sal. Que se cocine despacio hasta que espese a su gusto.
Eso sí, de tanto en tanto cierre los ojos y huela lo que está haciendo. Otro día me cuenta.
Este artículo fue publicado el 1-11-07 en la revista Veintitrés, de Buenos Aires
sábado, 10 de noviembre de 2007
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