sábado, 10 de julio de 2010

Los periodistas somos unos glotones


Algunos no laburan si no es con chocotorta. ¿Será cierto? ¡Qué horror!

Por Víctor Ego Ducrot

Según mi viejo, que está por ahí, chocho de la vida con sus ochentayqueseyo, de vacaciones con la vieja, en el mundo hay dos clases de personas: los honrados y los malandras; es decir, los que trabajan y los que viven a costillas de los otros. Hace ya mucho tiempo (muchísimo, caramba) cuando le anuncié que quería ser abogado, me miró, se puso serio y solo murmuró mmmm. Cuando tomó nota de mi derive hacia el oficio de la escritura de todos los días, para ganarme la vida tratando de contarle al mundo acerca de lo que en el mundo sucede, no pudo más con su paciencia, y más serio me espetó ¡uyyyyyy…nooooo! Con el tiempo la relación se recompuso; es más, aun sigue leyéndome cada vez que puede; bueno, bah, eso es lo que me dice él, siempre de buen humor.

Es que para el sabio de mi viejo hay dos principios que son inamovibles: serás los que debas ser o si no serás abogado; y los periodistas son unos señoritos –lo acostumbré a que también diga o unas señoritas- a quienes ¿mucho, mucho?, la verdad, el laburo no les gusta. Eso sí, jamás se le ocurrió decir que se trata de sujetas y sujetos en demasía glotones y golosos. Eso lo afirmo yo, hoy, desde esta tribuna veintitrecera.

Vean ustedes lo que me sucedió. Estaba plácido revisando el facebook, cuando de repente me encuentro con el siguiente comentario de la colega Eva Cabrera, que le da a la tecla en el diario Diagonales, de La Plata: sí, no se preocupen que el domingo llevo torta para todos, aunque esta vez con galletitas Horóscopo.

Como ya habrán adivinado, reaccioné como un Holmes sin su valium diario, pues la curiosidad se convirtió de súbito en ansiedad descontrolada. ¿De qué está hablando esta mujer? (vieron que dije esta y no esa mujer); y metí manos en el facebook: estimada, disculpe usted la curiosidad; podría informarme acerca de las características de la torta que acabo de enterarme usted le ha prometido a sus compañeros de redacción.

La respuesta no se hizo esperar, doña Eva me ilustró acerca de su famosa chocotorta, que ese domingo se llamaría horoscotorta, porque no consiguió las galletitas de la receta original, aunque sí en cambio unas similares que fueron bautizadas Horóscopo. También me confesó que la presión de sus compañeritos de mesa y computadora va en aumento, que se han convertido en unos golosos y glotones empedernidos. Yo le dije, pero qué barbaridad, che, cómo puede ser, pero por adentro me moría de envidia; cómo iban a morfar mientras hacen que laburan (no se enojen colegas, que a mí también me cabe el sayo).

Al haber aprendido ya que esta columna tiene diversos lectores, y ante el temor de que la presente edición caiga en manos de mi...bueno, qué tengo que andar contándoles a todos los intríngulis de mis lazos familiares…Mora Maldonado, y como doña Eva no me dio especificaciones acerca de su peculiar receta, voy a hacerles una síntesis de la chocotorta de mi tribu, siempre a cargo de Morita: una planta baja de galletitas Chocolinas, un embadurne de dulce de leche y queso crema y un primer piso con más Chocolinas; y así de seguido sin exagerar en la altura. Siempre sospeché que con algo emborracha su pastel pero la autora nunca quiso soltar prenda. ¡Qué manjar!, diría mi abuela, la madre de mi vieja (que familiar el Ducrot hoy, ¿no?).

Y para el final: todo bien muchachos y muchachas de Diagonales; ustedes tienen todo el derecho de comer como locos mientras le dan al yugo de este noble oficio; pero, y sobre todo sabiendo algunos que con frecuencia ando por La Plata, un día de estos podrían invitar, que si no voy a deschavarlos en uno de mis estos artículos. Y para el final: ¡qué paciencia doña Eva Cabrera, no los malcríe!