jueves, 29 de octubre de 2009

Presentación del libro: SIGILO Y NOCTURNIDAD EN LAS PRÁCTICAS PERIODÍSTICAS HEGEMÓNICAS


CICLO LOS MARTES DEL LIBRO PRESENTA

SIGILO Y NOCTURNIDAD EN LAS PRÁCTICAS PERIODÍSTICAS HEGEMÓNICAS : Una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad editorial.

Comp. VICTOR EGO DUCROT
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Martes 03 de noviembre, 19:00; Centro Cultural de la Cooperación, Sala Osvaldo Pugliese,Av. Corrientes 1543


Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas es la primera aproximación editorial a un modelo para la producción y el análisis de contenidos y procesos periodísticos, desde una perspectiva contrahegemónica y fundada sobre categorías como Propaganda, Poder y Hegemonía, entre otras.
Debemos decir que este modelo teórico es un punto de quiebre en el ámbito de las reflexiones contemporáneas sobre comunicación social y periodismo, decididamente enfocado hacia la disputa teórico-ideológica respecto de los poderes establecidos en los ámbitos académicos, políticos y profesionales, argentinos e internacionales.
Sostenemos que los estudios semiológicos, los estudios culturales y las descripciones de rutinas han sido aportes útiles pero insuficientes a la hora de construir una “teoría” propia de la comunicación social y del periodismo en particular.
Las constataciones sistémicas y prácticas, después de más de tres años de trabajo en ese sentido, nos han demostrado que el modelo Intencionalidad Editorial llena un vacío teórico y metodológico, a la vez que brinda herramientas políticas para la confrontación en el espacio simbólico, frente a la maquinaria de propaganda y guerra mediática como diseños estratégicos del actual bloque de poder, al que caracterizamos en una etapa muy especial del sistema capitalista-imperialista de organización global.

Acompañarán a los autores:
Alejandro Verano (Decano de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP); Roberto Caballero (Director de la Revista Veintitrés); Pedro Lanteri (Director de la radio “La Voz de las Madres); Jorge Testero (Director de Ediciones del CCC).

Organiza Departamento de Ediciones del CCC
Agradecemos la difusión de esta información.
Cecilia Balaguer - prensa@centrocultural.coop - 5077-8016
Carolina Guevara - carolinaguevara@centrocultural.coop - 5077-8016
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sábado, 17 de octubre de 2009

Una metáfora sobre lo que nos hizo la dictadura


















Publican una nueva novela de Silvia Maldonado

Con su segunda novela publicada, la antropóloga, lingüista y escritora argentina Silvia Maldonado se instala como autora insoslayable. Por su estilo, por su abordaje de lo literario y por la construcción de un lenguaje que se resiste al canon del relato mercancía, del texto negocio según lo entienden y promueven los grandes sellos editoriales, que controlan el mercado de las llamadas industriales culturales.

La Bienaventuranza será presentada por la académica de la Universidad de Buenos Aires, Silvia Delfino, y el escritor Federico Jeanmaire, el próximo jueves 22 de octubre, en la sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional, en Buenos Aires.

Comenzamos a discutir entre Nosotros, una fisura que no llegaba a mayores entre estos conspirados sin objeto aparente, este grupete de cinco que avanzaba o se escondía por las calles de la ciudad, cada vez más sucia, / –Ciudad engreída, murmuraba Germán. / teatrales, para quien nos viera circular por las calles de a cinco, la gorda, el alto, la vieja, la enana, el alfeñique. Aunque tratáramos de pasar disimulados, aunque Helena nos vistiera de tahúres y lanzallamas, de querubines, de administradores, la búsqueda de las venganzas privadas, ya comenzaba a confundirnos, dicen algunos de sus personajes.

Acostumbrados a relatos rapaces o escamoteados en lenguas moralmente virtuosas, testimonios de crueldad, teatros heroicos y soluciones bienpensantes, los lectores que en estos años frecuentaron el umbral de la dictadura en cuanto paisaje y drama social de representación literaria, no encontrarán en La Bienaventuranza los contenidos y fórmulas que hacen de esa literatura un terreno más o menos homogéneo y reconocible.

La aventura de La Bienaventuranza desnaturaliza los escenarios históricos, vela toda proposición maniquea acerca de los años ’70 y el exilio, se detiene en la singularidad de un hecho, en el modo, la necesidad y el deseo tardío de concluirlo, de cerrar los hilos y detalles del pasado sin otra finalidad que justifique el movimiento y la acción.

La prosa rigurosísima de Silvia Maldonado, la plasticidad y el encadenamiento sigiloso y furtivo de la narración que construye, prueban que los destinos particulares, cuando se condensan y repliegan sobre sus actos, hablan mejor de una época que los discursos universales que la dominan.

lunes, 12 de octubre de 2009

¡Sade con pesto! Pa’mí y para Marat


Vermicheli, parrilla y vino tinto. Los clásicos de una cuadra porteña.

Por Víctor Ego Ducrot

Aquella noche no estabas tú ni vi llover; me piré. Se me ocurrió borronear un manifiesto y anoté ideas para una Argentina mejor. Por ejemplo: severas condenas para los que hacen que otros vivan en la pobreza; plazas y parques para que la muchachada baile, cuente cuentos y haga (o deshaga) el amor; que los poetas sean declarados patrimonio de todos y disfruten acorde con ese galardón; ni un pibe sin escuela; ni un habitante sobre nuestro suelo sin medicina; que cada cual elija el trabajo que más le guste y pueda bien vivir de su salario; mesas abundantes y jarras de vino para todos, todas y demás; para los de enfrente y para los cosos de al lado.

De repente, dos tipos con pinta extraña doblan la esquina de Corrientes y caminan por Montevideo, hacia Sarmiento. Un de ellos, el más bajo, anda medio en cueros, apenas si cubierto por unos trapos húmedos y con una especie de tolla que le envuelve la cabeza. El otro lleva pilchas de marqués, aunque se las ve un poco raídas; luce viejo y cansado pero los ojos le brillan, como afiebrados. Creo que discuten en forma apasionada.

El de los trapos casi grita “usted está equivocado, no puede quedar en pie ni uno solo de los conspiradores”. Y el otro le contesta, “tiene razón, pero después vayamos a fondo, que la libertad nos descubra como verdaderamente somos, ¿nos animaremos a semejante prueba?”. Seguí parando la oreja y descubrí que no hablaban sobre Argentina (¿o sí?). ¿Estaba yo soñando o efectivamente me había pirado? Eran los mismísimos Marat y el Marqués de Sade. Paseaban por Buenos Aires.

Sí, me animé, aunque dubitativo y con gran timidez –y no era para menos, ¡miren ustedes a quienes tenía frente a mis ojos! – me acerqué y los invite a cenar. Ellos intercambiaron miradas. Quizás hayan desconfiaran un poco, pero aceptaron.

Montevideo, entre Corrientes y Sarmiento, es una cuadra emblemática del comer porteño. Siguen en pie los bares La Paz y el Ramos, pero no son lo que supieron ser, aunque, justo es decirlo, el primero conservó su espíritu democrático al habilitar un salón para fumadores. Desapareció la parrillita Los Muchachos, en la que un amigo se pasó noches y noches mirando a una comensal que nunca le llevaba el apunte, hasta que mucho tiempo después, y por esas vueltas de la vida, terminaron viviendo juntos (¡y qué felices!).

Tampoco están el viejo Bachín, el de la ñata contra vidrio, ni el mercado aquél, con sus paredes pintadas de verde y cajones de frutas y verduras sobre la vereda. Ni Pichín, sobre Sarmiento, con un salón en la planta principal y otro en el subsuelo, todos boliches de mesas con manteles de papel gris y botellones para el vino de la casa.

Pero sí quedan Pipo, a mitad de cuadra, y Pepito, más cerca de Corrientes, ambos de la vieja guardia y reyes absolutos de ciertos platos que, por supuesto, fueron los que nos zampamos con el Marat y el divino Marqués. Por favor mozo, empezaremos con una tira de asado bien jugosa, papas fritas y ensalada mixta; luego vermicheli tuco y pesto, y para beber que sea tinto, claro está.

Como se habrán percatado, cenamos sin demasiados pudores. El pobre Marat estaba hambriento, sin contar conque lo esperaba el puñal certero de Carlota Corday, y Sade nunca se caracterizó por la medidas, aunque dicen los que conocen bien su biografía que la gula no figuró entre sus pecados. La sobremesa fue para alquilar balcones.

Eso sí, nunca supe bien si estuve con ellos o todo fue consecuencia y alucinación por haber visto y oído un rato antes la notable puesta de Marat Sade, de Meter Weiss, que hasta hace no muchos días Villanueva Cosse dirigía en el Teatro San Martín. La verdad, tampoco me importó. Hasta la próxima.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Escriba con “p” de sánguches triples










Sí, leyó bien. Ya verá. Y son notables los de Córdoba y Mario Bravo

Por Víctor Ego Ducrot

Bueno, la verdad que me hice un lío bárbaro. La “p” de marras no es de sánguches, a menos que usted quiera comer pánguches. Aunque si los pronuncia de esa forma, las empleadas de la panadería que en un rato les recomendaré seguro, pero seguro, lo o la miraran con ojos de tierna condescendencia. Y eso a nadie le gusta, ¿no?

La famosa “p” tampoco pertenece a papá, ni a papa, ni mucho menos a Papa. Tampoco a papanatas, ni a paparruchada; y no vaya a creer que a papamoscas. No, nada de eso; nuestra “p” corresponde a Cle(p)tomanía, que significa algo así como un mestizaje entre las palabras cleptómano y vice(P)residente. ¡Ay don Cleto, que te las repanconqueso carajo, que laburo nos das!

¿Te gustó eso del choreo no? Porque ser vice de una titular y patear en contra es de busca barato che; no te ofendas pero es de ladinito de cuarta, de esos que le tiran el manotazo a una anciana o a una mujer embarazada para luego salir a la carrera con la cadenita y la cruz en la mano, con las esperanzas puestas en la calle Libertad.

Y parece que el Cle(p)to quiere repetir. La semana pasada, cuando los diputados nos dieron la buena noticia de la media sanción a la nueva ley de medios, el compadre comenzó a inventar comisiones, audiencias y no se cuantos rabanitos más. Claro, la idea, como la de toda la derecha y la de Clarín y sus clarincitos, es que nunca llegue al Senado y, si llega, repetir el “no positivo”. ¡Má sí, andá a freír churros, simples o rellenos con dulce de leche! Mmmmm, qué ricos, pero ojo que engordan y con el colesterol ni les cuento.

Hágame caso doña. Ni esta noche ni la de mañana. Tampoco la de pasado mañana, y así durante cuanto más tiempo mejor, no encienda la tele, pretenden convencernos de que la nueva ley atentaría contra la libertad de expresión; nos toman el pelo, se lo aseguro. Y si le da fiaca cocinar, haga de cuentas que está de cumple, de aniversario de bodas o de divorcio (qué se yo); en una palabra, en ocasión de algo para celebrar. Sorprenda a su amor de toda la vida o al de los últimos días, no viene al caso, y para cuando ambos terminen con sus menesteres diarios, téngase una bandeja de sánguches triples, orondos y risueños sobre la mesa bien enmantelada, y con una botella de algo para acompañar (si es con alcohol, mucho mejor).

Eso sí, no los compre en cualquier parte (sé que en nuestra bendita ciudad y en casi todas las del país existen muchos y buenos lugares para apropicuarse de ellos), pero esta vez lléveme el apunte y córrase en taxi, bondi, caminando o en monopatín, hasta la esquina de Av. Córdoba y Mario Bravo, una de las tantas que hacen frontera entre los barrios de Almagro y Palermo.

Se trata de una panadería como los señores de Olimpo recomiendan que sean las panaderías. Entre tranquila (también puede hacerlo él, mientras usted se queda en casa preparando el escenario) y solicite una docena de sánguches de miga en su variedad pan negro, de jamón crudo, queso parmesano y rúcula. Pagará algo así como unos treinta y cinco pesos, pero, le prometo, jamás se arrepentirá.

Para estar a tono que el espíritu de estas líneas, si es que disfrutó leyéndolas, preste mucha atención. ¡Que sean sánguches y no pánguches, y que los mismos sean de rúcula con queso parmesano y jamón crudo, y no de prúcula con peso (p) parmesano y pamón prudo! Y además tenga cuidado con el paquete; no sea cosa que un “no positivo” se lo manotee a la salida de la panadería o cuando usted esté por llegar a su casa; y TN diga después que la policía detuvo a una señora elegante de Palermo, pero de pudosa patadura, que se dedica a asaltar comercios respetables, debido a la extraña influencia de un virus llamado K. Ojo y mucho cuidado.