viernes, 26 de febrero de 2010

Malena baila el son como ninguna



De Cuba con amor. Café, churrascos y la obra de Villafañe; que así sea.

Por Víctor Ego Ducrot

Volvió una noche…¡Glup, qué lío! No volvió sino que llegó, como Troilo que nunca volvía porque siempre estaba llegando. Y además me equivoqué de tema. Debí haber escrito Malena canta el tango como ninguna. Pero la culpa del embrollo no la tuvo el escriba sino ella misma, porque no canta; baila y no el canyengue compás sino con cadencia sonera. En fin, volvamos a comenzar.

Malena Hernández, cubana, actriz de profesión y especializada en teatro infantil, aterrizó a orillas del Plata hace algunas semanas, sobre el borde inicial del último diciembre. Lo hizo ligera de equipaje, muy de veranito porque su marido argentino, Santiago Masetti (sí, sí, el hermano del músico del otro día pero periodista él, y reciente licenciado en Historia por la Universidad de la Habana) le había contado verdades históricas sobre la canícula porteña. Pobre ella, con aquellos días inestables de lluvia del último mes del 2009; se las arregló porque la suegra fue solícita y le presto ciertos abrigos.

Pero bien, la idea no era narrar las peripecias en torno a la sensación climática de Malena. Más bien pretendía contarles acerca de un proyecto que trajo bajo el brazo y espero que se concrete porque lo conozco (se trata de una obra inspirada en el aquél genial titiritero nuestro que fue Javier Villafañe) y la conozco sobre las tablas, y les aseguro que poder verlo en Buenos Aires podría ser un goce imperdible, sobre todo para los más pequeñuelos, los que todavía no cumplimos lo 130 años.

Me dijeron por ahí que algunas salas y centros culturales quedaron más que interesados y que ya se comunicarán con ella, porque Malena, marido argentino, abrigos de la suegra y un macuto de buenos recuerdos lamentablemente ya (ahora sí) volvieron (o regresaron, quizá quede mejor) a La Habana. ¡Qué así sea!

Recuerdo también que ella y su cónyuge legal me habían agasajado con un presente de fábula, la soberbia trilogía que componen una caja de tabaco, una botella de ron y una bolsa de café, más puro que la pureza misma. Se los prometo: esta vez no me meteré con esas locuras mías acerca de la inexistencia de la pureza o de la justicia como ideas, a favor de nociones como lo justo o lo puro, que nos remite al mundo de lo tangible; se los juro, hoy dejo de lado al “maldito Platón”. El ron fue compartido, los cigarros se están haciendo humo de a poco y el café buchitos calientes y helados, muy despacito, para que dure, como decía mi abuela.

¿Se sorprendieron con lo de los buchitos helados? Sucede que una tarde de conversa entre La Habana y Buenos Aires tuve un ataque de memoria gustativa y se me dio por alistar una jarra de masagrán: café ni muy liviano ni muy negro, algo de agua, hielo picado y, a mi gusto, abundante jugo de limón. ¡Una sabrosura chico!

Antes de partir hacia su Isla, Malena se atrevió con una confesión, aunque en realidad no hacía falta porque ya la habíamos sorprendido infragante, al pie de varias parrillas. Se hizo adicta a las parrilladas, muy especialmente a las buena, adorables y crujientes mollejas, a esas que hacen croc cuando soportan el diente y luego se deshacen como resistencia de enamorada.

Eso sí, me dijo, las muy suyas mollejas necesitan de buena compañía y para ello sugiero unos moros y cristianos, que ese el nombre de una guarnición a base de (¿un salteado, un ligue? de arroz blanco y frijolitos.

Y bué…le conteste, pude ser que tengas razón; te prometo que la próxima vez lo intentamos. Nos fuimos para Ezeiza con el matrimonio viajero. Acomodaron el equipaje en esa zona que parece china (check in) y si la completan con pin chun suena a mapuche. Compartimos el ultimo café de la temporada y le conteste ¡sobre gustos no hay nada escrito mulata!

viernes, 19 de febrero de 2010

Sos Gardel, el mero mero, el bárbaro


¿Dónde comer pescado? El Pescador Romano, si señor. Sin farabutes, por favor

Por Víctor Ego Ducrot

Cuando nos encontramos con el que más sabe o está entre los mejores los porteños solemos decir sos Gardel; los mexicanos dirían el mero mero y los cubanos el bárbaro. Podría seguir con otras nacionalidades y más expresiones populares pero no quiero aburrirlos. La pescadería y taberna El Pescador Romano, si no lo es, está entre los Gardeles, los meros meros y los bárbaros como boliche donde comprar y llevar a la cocina de casa o sentarse a la mesa para manducar bichos y bichitos del mar.

La última vez que estuve salí tan pero tan, cómo podría explicarles, tan ἐκστατικός (extático), que olvideme de apuntar la dirección exacta –ejem, ejem, son las trampas de Eros y Thanatos en el Monte de los Sabores-, pero si están o van a Miramar pregunten por él, casi todo el mundo allí lo conoce; o deambulen por la calle 22, en cercanías de la céntrica peatonal. Lo encontrarán y serán felices.

Primero les cuento la historia según me la contaron a mí. Bueno ¡bah!, se me escapo una mentirita, conforme dice un breve texto que acompaña a la carta-menú: Romano Cattarinussi nació en Tramontini di Sopra, en el Friuli-Venezia Giulia y desembarcó muy joven en Miramar, en mayo de 1947. Trabajó en “el rubro edilicio” (no se qué es, me imagino que en la construcción) y luego como dependiente de la única pescadería que por entonces allí funcionaba, la de la familia Spina. Un día decidió ir él mismo a pescar, primero sobre el muelle costero; se compró una chata Ford A para recorrer los campos aledaños y ofrecer pescado fresco a quien quisiese oírlo. Sus primeros clientes lo rebautizaron el pescador Romano.

En fin, hoy su familia (don Cattarinussi ya falleció) lleva adelante una soberbia pescadería con cocina atrás y taberna al lado que a lo fanáticos de los yantares marinos nos deja, como les decía, ἐκστατικός.

No pienso contarles todas las variedades frescas y elaboradas que pueden conseguir en la pescadería propiamente dicha, ni la carta de platos y vinillos del boliche contiguo, todo a precios más que razonables. Sí quiero que me crean acerca de tres de las muchas posibilidades taberneras.

Olvídense del dicho mexicano y piensen en ese pescado cabezón que nada a mares en nuestro Atlántico Sur: el mero. Sus filetes a la plancha son memorables y si ustedes me dicen pero andá Ducrot, quién no sabe hacer un churrasquito de pescado, entonces me veré obligado a recordarles o recordarnos que la impronta carnícola vacuna de nuestra cultura culinaria hace que la mayoría de los cocineros y cocineras del mío y vuestro tan bendito país tiendan a confundir los puntos de cocción en forma cuasi espontánea; de ahí que suelan considerar a los filetes de mero o del bicho de mar que fuere más o menos como si de un bife de cuadril se tratase. ¿Se entiende?

Y se van la segunda, y luego la tercera. Empanadas fritas de langostinos; como dice el torero: en dos palabras, in perdible. Ahora sí la niña bonita, a despecho de fundamentalistas y chovinistas gastronómicos: vieron que ciertos italianos dicen que la única pizza es la de tomate y mozzarella, cuanto mucho con anchoas y aceitunas negras; pues en El Pescador Romano sirven una de mariscos que tiene valor de ícono. Se los aseguro.

Lo que sigue es de mi coleto, para nada quiero comprometer a los del boliche de marras, quienes tienen todo el derecho de disentir con el escriba: se trata de platos no aptos para farabutes, sean estos recientes ex directores del Banco Central, intendentes capitalinos saboteadores de escuelas y hospitales, vices
olvidables o derechosos de cualquier pelaje. ¡A la salud de todos, menos a la de ellos!

jueves, 11 de febrero de 2010

El adiós a un gran amigo. Murió Eduardo Kimel


Falleció Eduardo Kimel, el periodista que impulsó la eliminación de los delitos de calumnias e injurias.

Mi querido Eduardo murió sorpresivamente a los 57 años en una clínica de Buenos Aires. Dejó como legado una lucha de años por defender el derecho básico de su profesión, el de contar la verdad. La normativa para despenalizar esos delitos se conocían informalmente como "ley Kimel". Trabajó en Télam, en la sección internacional.

Kimel se desempeñaba desde abril de 2008 como editor de información latinoamericana de la agencia alemana de noticias DPA, en Buenos Aires, después de haber trabajado varios años en la sección internacional de la agencia Télam.

En 1989 publicó el libro "La masacre de San Patricio", en el que abordó el asesinato de tres sacerdotes palotinos y dos seminaristas durante la dictadura de 1976 a 1983 y en el cual denunció la actuación de las autoridades encargadas de la investigación, entre ellas el juez Guillermo Rivarola.

Seis años después, en 1995, Rimel fue condenado a un año de prisión en suspenso y al pago de una indemnización de 20.000 pesos (por entonces igual a dólares) como culpable de "injuria y calumnia" contra el juez al que mencionó en su investigación.

"Este proceso fue muy largo pero valió la pena. No por una cuestión personal, sino por lo que tiene que ver con la memoria colectiva. En estos años hubo muchos compañeros que me acompañaron, pero quiero recordar especialmente todo lo que hizo mi esposa Griselda Kleiner, quien falleció. Ella estuvo al lado mío, jamás me abandonó. Era una luchadora social, cordobesa, protagonista del ’Cordobazo’", señaló Kimel en 2007 al presentar su caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que finalmente, en 2008, falló a su favor en la apelación que presentó contra el Estado argentino. Un año después, en 2009, se promulgó la "ley Kimel".

Andrea Pochak, abogada de Kimel y directora ejecutiva adjunta del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), se mostró muy golpeada al enterarse de su fallecimiento. "Lamento profundamente esta pérdida. Era un luchador por la libertad de expresión en el país. Su caso deja un gran legado en ese sentido. Era un hombre comprometido con la verdad y con la profesión".

Hasta la vista, compañero.

sábado, 6 de febrero de 2010


Entrevista a Víctor Ego Ducrot, director del Observatorio de Medios de Argentina (Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata -UNLP-), publicada el 7 de enero pasado por la revista Contraeditorial, de Buenos Aires, con motivo de la aparición del libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas: una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial (Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación; Buenos Aires; 2009).
Por Jonathan Rippel

¿Por qué, según se puede apreciar en su nuevo libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas. Una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial, no está de acuerdo con las teorías periodísticas vigentes?

–No es que no lo esté, sino que no hay teorías periodísticas vigentes. Esto puede sonar un poco presuntuoso pero, en realidad, lo digo desde la modestia. Me incorporé a la docencia en la universidad hace diez años, en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, que, a mi modesto entender, es –por su trayectoria, nivel de debate interno y enfoque– la mejor facultad de periodismo y comunicación, no sólo de la Argentina. Entonces empecé a dar clases y me fui insertando en la mirada del hecho periodístico desde el espacio académico. Revisé la bibliografía de la carrera, conversé mucho con los estudiantes, observé el abordaje teórico de los mismos, lo cotejé con gente de más experiencia, con un recorrido académico más convencional, lo hablé con varias personas, para ver si no estaba errado, y llegué a una conclusión que es bastante elemental: que los estudios universitarios sobre periodismo y comunicación, particularmente sobre los referidos a periodismo, cuando hablan de teoría, no expresan ningún marco teórico propio del campo periodístico. Digo, toman prestado elementos de modelos teóricos vastos. Me puse a revisar y detecté que ese préstamo, desde el cual se compone una supuesta teoría propia, viene de tres vertientes muy nítidamente diferenciadas. Por un lado, la de los estudios semiológicos, básicamente, del análisis del discurso. Otra vertiente teórica es aquella corriente nacida en la Escuela de Birmingham, el préstamo de categorías y reflexiones del campo de los llamados Estudios Culturales. Y el otro sector de donde se tomó prestado es aquello que ni siquiera es una reflexión teórica, que es lo que llamo Los Manuales de Técnicas Inútiles, que explican qué es un medio, cuáles son los géneros y las fuentes, y qué es un estilo. Es decir, una descripción de un hacer, más parecido a un manual de mecánica para arreglar automóviles, o para comprender cómo funciona un motor, que una reflexión en torno a la mecánica. Entonces, la primera constatación es que no hay modelo teórico propio desde el quehacer académico en torno al periodismo.

–¿Y cuál es la segunda comprobación?

–Que más allá de los discursos y debates específicamente político-ideológicos, en el ámbito académico, sobre el fenómeno periodístico, hay un problema de fondo que es la aceptación, sin revisión alguna, de afirmaciones que vienen de la reflexión en torno a las prácticas periodísticas urgidas del modelo ideológico hegemónico. Entonces, hay una discusión político-ideológica que parte de premisas falsas. Esa es la razón que despierta el interés de pensar en voz alta sobre la posibilidad de desarrollar un modelo teórico propio del periodismo.

–¿A qué premisas falsas se refiere?

–Por ejemplo, al debate sobre el campo semántico –los discursos– y la objetividad, que es una polémica que fue saldada hace más de cien años. Aquel que todavía discuta sobre la deontología de la categoría “objetividad” no se enteró que nació un señor que se llamó Sigmund Freud. En términos de otras disciplinas, no escuchó hablar de las reflexiones teóricas en torno al campo de la historiografía inaugurada, y en relación a la presencia de las condiciones objetivas y subjetivas de producción de la reflexión teórica, realizadas después de la posguerra, fundamentalmente por Fernand Braudel. Y constatamos que esto no era casualidad: que cuando los modelos hegemónicos hablan de objetividad, están mintiendo. Partimos de la base de que la construcción del discurso periodístico tiene, por naturaleza, la producción y reproducción de sentidos comunes en la imposición como control social. Por ende, la llamada “objetividad”, en el discurso hegemónico, no es otra cosa que el encubrimiento de determinada visión. Los discursos, en verdad, tienen una parcialidad, un sentido único: convencer a la sociedad de que lo que uno dice tiene validez universal.

–¿En qué consiste el modelo teórico llamado “Intencionalidad editorial” que propone en el libro?

–Es un modelo teórico y metodológico aplicable a dos campos muy visibles de la práctica y de la reflexión teórica, en torno a las narraciones periodísticas. Es aplicable tanto a la producción como al análisis de lo que los medios periodísticos hacen. A la producción, porque plantea una serie de herramientas tendientes a la identificación y aplicación de una línea editorial, de la cual surgen elementos cotidianos de la práctica periodística. También es aplicable al análisis, porque propone una cantidad de herramientas para comprender y describir lo que el periodismo hace desde un modelo propio. Es un modelo que, básicamente, se apoya sobre pocos y simples ejes. El primero es el que nosotros llamamos “El desnudamiento del concepto de objetividad como mito”. En ese sentido, proponemos un acuerdo semántico en el que rescatamos la palabreja “objetividad” pero en una semántica muy propia de la práctica periodística. Toda disciplina propone un acuerdo semántico. Nos preguntamos qué es lo que distingue al relato periodístico de otros relatos. Y es, para nuestro modelo, la remisión a fuentes. Por ejemplo, el cartel publicitario que dice “Coca-Cola refresca mejor” no es periodismo porque no remite a fuentes. Es una apelación al consumo. Ahora, si a la empresa Coca-Cola se le ocurriere difundir esa proclama en formato periodístico, alguien debería hacerse cargo. Sería un relato periodístico si dijera, por ejemplo, lo siguiente: “‘Coca-Cola refresca mejor’, dijo William Perkison, ingeniero químico de la planta de Coca-Cola en Atlanta”. Si esto es verdadero o falso, es otra historia. Pero hay alguien que nos da la encarnadura del relato. Entonces, ahí está la “objetividad” del relato. Se discutió durante un siglo si el periodismo es objetivo o subjetivo. Los anglosajones hablan de “just the facts” (solamente los hechos). Y nosotros planteamos: “Para que un relato sea periodístico puede ser objetivo pero, para nosotros, ‘objetividad’ es remisión a fuentes y no a un principio de verdad”. Y así como debe ser objetivo en cuanto a remisión a fuentes, es necesariamente parcial. Es decir, toma partido. No hay práctica periodística neutral. Y partimos de algunas constataciones de carácter antropológico: no se conoce ningún acto humano imparcial. El humano siempre dirime entre varias posibilidades. Entonces, esa polémica que ocupa bibliotecas, o que aburre en debates en el seno de las empresas periodísticas, es obsoleta y ocultadora de la realidad. Por lo tanto, para nosotros, la noción “periodismo independiente” es vacua, falsa.

–¿Y el resto de los ejes del modelo de Intencionalidad Editorial?

–El segundo consiste en ubicar al periodismo como una especificidad de un género más amplio, más concretamente, del género propaganda. Esto es una conclusión que surge como consecuencia de la categorización del concepto de parcialidad. Dicho en otras palabras, el objetivo del periodismo no es informar sino crear sentido común. Es decir, crear un sistema de normas que tienen origen y producción de clase o de grupo con pretensiones de valor universal. Ejemplo: convencer de que la esclavitud está mal. Esta fue una práctica totalmente normal durante siglos. Por la propia dialéctica de la historia económica y de un modo de producción determinado en el sistema capitalista, hubo un momento en que las clases propietarias de los medios de producción requirieron la liberación de ese sujeto trabajador. A partir de entonces, la esclavitud pasó a considerarse un delito. Otro ejemplo: ¿cuál es el creador de sentido común más eficaz de la historia? Los Evangelios. Hace más de veinte siglos que han fijado un sistema de normas del bien y del mal. “No desearás a la mujer de tu prójimo”. Bueno, todos deseamos a la mujer del prójimo. Otro ejemplo: el voto femenino. Se consiguió hace muy poco. Hoy en día, nadie puede proponer que la solución en la Argentina sea que vuelva la esclavitud, que las mujeres no voten más, y que los chicos, en vez de ir a la escuela, vayan a trabajar. En la actualidad, esa afirmación es una aberración ética. Entonces, estamos hablando de una construcción ideológica, de un sentido común. El periodismo, insisto, tiene por función crear sentido común a través de una herramienta muy interesante como es “la transmisión de la realidad”. Nosotros decimos que no se transmiten realidades sino que estas se construyen. Desde el momento en que aceptamos la parcialidad, ya estamos construyendo la realidad. Es decir, si hoy en la esquina choca un auto, uno, como periodista, tiene varias posibilidades, varias fuentes para recurrir. El fotógrafo va a elegir el ángulo y el cronista la gramática, conforme a la mirada que tienen de los hechos. Por consiguiente, hay una construcción. La aprehensión de la realidad es una categoría idealista porque no hay una realidad, sino tantas realidades como sujetos participantes de ellas. Entonces, es muy interesante porque la ficción –la literatura y el cine– también coincide con el periodismo en la función de crear sentido común. La imposición del sentido viene de la apelación al principio de la verdad. No es que al escritor “este” le parece: es así. Fue así. A los Pomar los encontraron a 15 metros. “Es así.”

–Pasemos al tercer eje de su análisis de Intencionalidad Editorial.

–Plantea que no hay práctica periodística posible por fuera de la disputa por el poder. Para construir o reconstruir o modificar el estado de la naturaleza de clases.

–¿Se refiere tanto al poder político como al económico?

–Sí, al poder en general. En términos foucaultianos, el poder no reside solamente en el Estado sino que también habita y se practica en otros ámbitos de categoría más micro: en la familia, en la escuela y en la sexualidad. La mofa permanente de los géneros, de la homosexualidad, la versión grotesca de lo erótico en un medio de comunicación central, como ocurre en el programa de Tinelli, aunque exceda lo periodístico, es un mecanismo de posicionamiento de poder, en este caso, del poder descalificatorio, discriminador y machista. Pero no hay prácticas periodísticas, ni siquiera en el campo llamado “información de servicio”. Esta es un área más debatible. Nosotros tratamos de verificar el modelo de Intencionalidad Editorial en el caso del boletín meteorológico de la televisión. Con un grupo, nos pusimos a seguir el servicio meteorológico de la BBC de Londres. En un momento determinado notamos que Turquía, pese a ser un país europeo, no aparecía en el mapa. Justamente, era el momento en que se debatía en Bruselas el pedido de Ankara para incorporarse a la Unión Europea. El gobierno británico era una de las puntas que se oponían a ello y la BBC de Londres es un medio del Foreign Office, de la Cancillería británica. No había discusión. Pasemos a otra de las secciones supuestamente menos centrales de un medio periodístico, por ejemplo la de modas. Si uno ve Fashion TV pareciera que sólo hay en el mundo mujeres flacas, fantásticas, fabulosas, que están en el Mediterráneo y en el Caribe. No hay gordas, no hay feas y tampoco tipos feos. Y esto es una creación de sentido: es fascismo en estado puro. Trabajan sobre los sentidos. La contracara de esto es “negro de mierda”, “gorda de mierda” o “sos bolita”. Se trabaja desde ahí.

–En su libro se refiere a la influencia de los medios de comunicación y de su relación con los regímenes políticos, económicos e institucionales, o con las organizaciones sociales, según el caso. Y afirma que del modo en que se concrete y se dirima esa interactuación dependerá en última instancia que el poder siga siendo hegemónico o que sea modificado por otro de naturaleza distinta. ¿No es una mirada exagerada sobre el poder de los medios? Siempre se recuerda que Perón ganó las elecciones con la prensa en su contra.

–Esto es muy interesante porque hay constataciones permanentes de que el espacio mediático tiene una capacidad de influencia estratégica, pero que esta no se cierra en sí misma, si no Evo Morales no sería presidente. Y tampoco Chávez y Correa. Y el gobierno de Cristina Kirchner habría terminado hace un año, y los porteños andaríamos calzados con una 45 matando gente con cara sospechosa. La instalación del miedo, a partir de la matriz seguridad/inseguridad, es algo cuyas consecuencias todavía no se están midiendo. Alcira Argumedo dice algo muy interesante: “La capacidad de influencia de los medios de comunicación hegemónicos es inversamente proporcional a la capacidad de organización y movilización de los actores sociales”. Eso es muy interesante porque si no no se explicaría por qué Evo Morales, en cada elección, saca 10 puntos más. Con el Observatorio de Medios trabajamos en los 15 días previos al triunfo electoral de Evo en la primera vuelta, y notamos que la mayoría de los medios de Bolivia no sólo opinaban contra él sino que sacaron editoriales en los que lo calificaban como “el borracho” o en los que se afirmaba que “el indio tiene que aprender a hablar”. Y Evo, no obstante, ganó con más del 60 por ciento de los votos. Creo, entonces, que el debate por los sentidos, pese a la construcción corporativa casi ritualesca de los medios de comunicación a partir de mediados del siglo XX hasta nuestros días, denota este espacio como estratégico. Por eso es muy importante la nueva Ley de Medios: el otorgamiento de un tercio de la frecuencia radioeléctrica a, digamos, la sociedad, que provoca un proceso de democratización en los espacios mediáticos.

–En su obra hay una crítica muy fuerte a agencias de noticias prestigiosas como AP y AFP, y a diarios de reputación mundial como The New York Times.

–Sí. Durante toda la Guerra Fría –hoy esto sigue pero está un poco más disuelto– había un latiguillo en la construcción informativa del lenguaje de agencia que era “aseguraron fuentes diplomáticas occidentales”, traducible a europeas y estadounidenses. Remitía a un sentido común: que la convalidación del principio de verdad remitía a los poseedores del ejercicio de la palabra. Yo trabajé en Prensa Latina y en otras agencias de prensa confrontativas con las del bloque hegemónico, y te puedo decir que jugábamos mucho con este tema: usábamos “fuentes africanas” o “fuentes latinoamericanas”. La selección de fuentes y de la agenda son dos de las herramientas para la construcción de la parcialidad. Hay un trabajo muy bien hecho por la Universidad de La Matanza sobre la cobertura de algunos medios con respecto a aquellas famosas movilizaciones de la década del ’90, efectuadas por los movimientos piqueteros en Salta. En este trabajo se habla de porcentajes altos de fuentes utilizadas provenientes de Bomberos, Gendarmería y la Policía Federal. Muy pocas veces, o en algunos casos nunca, aparecían como fuente las víctimas de la represión. Entonces, la pregunta que hay que hacerse es desde qué mirada y desde qué voz se construye la información.

(*) Víctor Ego Ducrot compilador del libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas: una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial. Es director de la Agencia Periodística del Mercosur y del Observatorio de Medios de esa agencia, profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y autor de varios libros, entre ellos, Los sabores de la historia, El color del dinero, Los sabores de la Patria, Bush & Bin Laden S.A., Los sabores del cine y El Derrocado. Además, es columnista de la revista Veintitrés.