martes, 8 de septiembre de 2009

Ojalá que salga con fritas…soufflé


















La nueva ley de medios audiovisuales, digo. Y las papas bien saladitas.


Por Víctor Ego Ducrot

Hace unas semanas, al Grupo Clarín y a sus “clarincitos” se les atragantó el almuerzo; sufrieron un ataque de dispepsia y aún padecen sus barrigas con ditirambos verbales. El gobierno por fin se había decidido a presentar en el Congreso un proyecto para terminar con la ley de radiodifusión de la dictadura, y democratizar radios y televisoras. ¡Bravo!

Y ojo que con lo del atragante y las panzas compungidas no me refiero a los trabajadores del multimedios, sino a quienes se ponen la camiseta de la patronal sin pruritos ni vergüenzas; todo sea por unos buenos pesos o simplemente por estar, por pertenecer, puesto que el poder puede más que un contenedor de dulce de leche . Si no me creen, léanlos en el diario o véanlos en la pantalla de TN. La muchachada perdió la compostura.

Mientras esperamos el resultado de la batalla parlamentaria que se avecina –derechosos y derechistas, “faustos” y empedernidos, clarines y clarincitos tratarán de hacernos la vida imposible –, seamos optimistas; esperemos que los “no positivos” sigan con empacho, y pensemos en un plato para festejar la victoria a la hora de los votos. ¡Ojalá!

Pensemos con libertad. ¿Un asadito? ¿Una grande de mozzarella, y antes algunas empanadas picantes? ¿Ravioles de verdura y seso, con tuco clásico y a la vieja usanza? Ya sé, unos sánguches triples, de miga, bien porteños. No, una paella, con doble ración de langostinos (total estamos de festejo). Para mí champán, me pareció oír. Y para mí unas berenjenas en escabeche, con pan y vino tinto, dijo alguien. ¿Y por qué no irnos de juerga sabrosa a pasar la noche en un restaurante chino? ¿Por qué no? O quizá unos simples choripanes.

Las posibilidades son muchas, casi infinitas. Por mi parte, ya elegí el menú para la noche del día en que el proyecto se haga ley (¡ojalá otra vez!): una fuente gigante con papas fritas soufflé.

Y no en cualquier parte, sino en un viejo restaurante que queda sobre la calle Maipú al 500, en pleno centro de Buenos Aires. Sucede que a veces uno se pone emotivo y le entran ganas de rendir homenajes; y como en esta oportunidad nos referimos a la necesidad de más democracia y menos expropiaciones de la palabra, ese día cenaré en El Mundo, que queda casi enfrente de Radio Nacional.

Por no estar tan cerca de ningún boliche que prepare las famosas fritas infladitas (disculpen si se me escapa alguno), hoy mi sacada de sombrero no se la dedico ni a Canal 7, ni a Encuentro, ni a TELAM; ya lo haremos, porque se lo merecen.

Podría decirse que El Mundo es casi un bodegón. Sus milanesas son inolvidables y además lo atienden a uno con cierto don campechano. No es caro ni barato, está en precio; o más o menos en precio, pues en última instancia todo depende de lo que uno ese día pueda gastar. Eso sí, sus papas soufflé son imperdibles, se los aseguro.

Y dicho sea de paso, ¿saben o se acuerdan ustedes cuál es el secreto para que salgan infladas?

Dicen que se trató de una casualidad y que la misma ocurrió en Francia, en 1837, mientras preparaban los platos que servirían de festejo por la inauguración de un ferrocarril. Como el programa de actividades sufrió cierto retraso, el cocinero suspendió la fritura de sus papas, para retomarla más tarde. Cuando lo hizo, quedó sorprendido porque aquellas lucían hinchadas aunque crujientes.

Entonces, si usted quiere comerlas pero en casa, haga lo siguiente. Comience a freírlas y retírelas de la sartén antes del dorado. Deje que escurran y finalice entonces la operación en otro recipiente, con aceite muy pero muy caliente.

Ya tiene todo listo para festejar, como lo haré yo, el día que la ley de radiodifusión de la dictadura caiga hecha polvo como el olvido.

Texto publicado esta semana por el semanario Veintitrés, de Buenos Aires.