viernes, 18 de septiembre de 2009

De café y de canela, en el Abasto












Anticuchos bien sazonados. Un medio día para los tiempos bravos que corren.

Por Víctor Ego Ducrot

Tú de porcelana fina, cigarro puro y cognac. Yo de smoking, yo de frac, yo recibiendo propina. Tú a la Bolsa, yo a la ruina; tú subiste, yo bajé. En los muelles te encontré, vi que te echaban al mar y ni lo pude evitar, ni a las aguas me arrojé. Tengo tu mismo color y tu misma procedencia, somos aroma y esencia y amargo es nuestro sabor. ¡Vamos hermanos, valor, el café nos pide fe! Así escribió Nicomedes Santa Cruz.

Pero la hora del café había pasado. Mejor dicho, los porteños estábamos entonces en tiempos de almuerzo, de piscolabis, de picar algo, lo que usted prefiera. A mí ese mediodía me sorprendió con los diarios bajo el brazo, de camino por las calles del Abasto, mientras tarareaba subte línea B, y yo me alejo más del suelo, y yo me alejo más del cielo, también ahí escucho el tren, ahí escucho el tren, estoy en el subsuelo, estoy en el subsuelo.

En fin me dije, arriba el ánimo que vamos a ganar, y “será para Clarín que lo mira por TV”. Es que escribo esto, o salí a caminar, no me acuerdo, un día después de que el amigo Mariotto peleara el primer raun en diputados. ¡Dale Gabriel, metele de zurda en la cocina, que se quedan sin piernas!

Ahora sí, a morfar. Dejé los diarios en uno de esos cestos tan maltrechos de la esquina, que ni para basura de pobres sirven (¡che Macri, no seas vago, aunque sea barré las calles!), y puse proa hacia Lavalle y Anchorena, más Abasto imposible: jazmines en el pelo y rosas en la cara, airosa caminaba la flor de la canela, derramaba lisura y a su paso dejaba, aromas de mixtura que en el pecho llevaba…del puente a la alameda.

Pensé en Chabuca. Ingresé a ese enorme salón con mesas y sillas de madera barnizada que ofrece el restaurante Mamani (alguna vez escribí sobre él, pero sucede que cada día cocinan mejor), y el refocilo comenzó con la lectura de la carta: ¿seco de cordero, picante de gallina, papas a la huancaína, jalea mixta de pescado y mariscos? Ser o no ser, dis is de cuestion.

Ni lo uno ni lo otro, ni lo de más allá. Siempre aquí. Para empezar, un plato al que le tengo ganas desde hace rato. Por favor maestro, el mejor anticucho de la casa, y una cerveza helada.

Creo que aún debaten acerca de cuál es la expresión quechua que le dio origen a la palabra, si antikuchu o anti-uchu (corte de carne o guiso de los Andes). Lo cierto es que son más peruanos que Atahualpa, pero también tan Bolivianos como el abuelo de don Evo Morales y hasta tan chilenos como la palabra huevón.

Si ustedes forman parte de la hinchada que sufre por ver a la nueva ley de medios hecha realidad, están todos invitados por mí y en forma metafórica claro, a comerlos en el boliche del Abasto. Pero si les da fiaca salir o son tímidos, o todavía creen en las bondades de cierto periodismo independiente (Ja Ja) - tampoco crean que milito entre los fundamentalistas que niegan al otro, y mucho menos el derecho de comer bien -, pues entonces apunten algunas ideas para hacerlos en casa.

Compre un corazón de vaca (los otros no se compran, se enamoran). Trócelo en pequeños uniformes bocados, como para ensartarlos en un brocheta. Prepare un mejunje con ajo machucado, pimienta y comino (sin exagerar), y obligue a sus piezas de cuore a que se den en él una buena zambullida. Luego añada achiote entero, pimentón, ají panca molido, un poco de vinagre y otro de aceite; sale y espere un par de horas. Ensarte pues sus corazones en la mencionada brocheta, y a la parrilla. Y no se preocupe por los aliños que sugerí, todos se encuentran en las buenas verdulerías del Abasto, o en el mercado boliviano de Liniers, cerca de la estación.

¡Ay Perú de mis amores! ¡Dale áperca Gabriel, que los tenemos!