sábado, 6 de febrero de 2010


Entrevista a Víctor Ego Ducrot, director del Observatorio de Medios de Argentina (Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata -UNLP-), publicada el 7 de enero pasado por la revista Contraeditorial, de Buenos Aires, con motivo de la aparición del libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas: una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial (Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación; Buenos Aires; 2009).
Por Jonathan Rippel

¿Por qué, según se puede apreciar en su nuevo libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas. Una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial, no está de acuerdo con las teorías periodísticas vigentes?

–No es que no lo esté, sino que no hay teorías periodísticas vigentes. Esto puede sonar un poco presuntuoso pero, en realidad, lo digo desde la modestia. Me incorporé a la docencia en la universidad hace diez años, en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, que, a mi modesto entender, es –por su trayectoria, nivel de debate interno y enfoque– la mejor facultad de periodismo y comunicación, no sólo de la Argentina. Entonces empecé a dar clases y me fui insertando en la mirada del hecho periodístico desde el espacio académico. Revisé la bibliografía de la carrera, conversé mucho con los estudiantes, observé el abordaje teórico de los mismos, lo cotejé con gente de más experiencia, con un recorrido académico más convencional, lo hablé con varias personas, para ver si no estaba errado, y llegué a una conclusión que es bastante elemental: que los estudios universitarios sobre periodismo y comunicación, particularmente sobre los referidos a periodismo, cuando hablan de teoría, no expresan ningún marco teórico propio del campo periodístico. Digo, toman prestado elementos de modelos teóricos vastos. Me puse a revisar y detecté que ese préstamo, desde el cual se compone una supuesta teoría propia, viene de tres vertientes muy nítidamente diferenciadas. Por un lado, la de los estudios semiológicos, básicamente, del análisis del discurso. Otra vertiente teórica es aquella corriente nacida en la Escuela de Birmingham, el préstamo de categorías y reflexiones del campo de los llamados Estudios Culturales. Y el otro sector de donde se tomó prestado es aquello que ni siquiera es una reflexión teórica, que es lo que llamo Los Manuales de Técnicas Inútiles, que explican qué es un medio, cuáles son los géneros y las fuentes, y qué es un estilo. Es decir, una descripción de un hacer, más parecido a un manual de mecánica para arreglar automóviles, o para comprender cómo funciona un motor, que una reflexión en torno a la mecánica. Entonces, la primera constatación es que no hay modelo teórico propio desde el quehacer académico en torno al periodismo.

–¿Y cuál es la segunda comprobación?

–Que más allá de los discursos y debates específicamente político-ideológicos, en el ámbito académico, sobre el fenómeno periodístico, hay un problema de fondo que es la aceptación, sin revisión alguna, de afirmaciones que vienen de la reflexión en torno a las prácticas periodísticas urgidas del modelo ideológico hegemónico. Entonces, hay una discusión político-ideológica que parte de premisas falsas. Esa es la razón que despierta el interés de pensar en voz alta sobre la posibilidad de desarrollar un modelo teórico propio del periodismo.

–¿A qué premisas falsas se refiere?

–Por ejemplo, al debate sobre el campo semántico –los discursos– y la objetividad, que es una polémica que fue saldada hace más de cien años. Aquel que todavía discuta sobre la deontología de la categoría “objetividad” no se enteró que nació un señor que se llamó Sigmund Freud. En términos de otras disciplinas, no escuchó hablar de las reflexiones teóricas en torno al campo de la historiografía inaugurada, y en relación a la presencia de las condiciones objetivas y subjetivas de producción de la reflexión teórica, realizadas después de la posguerra, fundamentalmente por Fernand Braudel. Y constatamos que esto no era casualidad: que cuando los modelos hegemónicos hablan de objetividad, están mintiendo. Partimos de la base de que la construcción del discurso periodístico tiene, por naturaleza, la producción y reproducción de sentidos comunes en la imposición como control social. Por ende, la llamada “objetividad”, en el discurso hegemónico, no es otra cosa que el encubrimiento de determinada visión. Los discursos, en verdad, tienen una parcialidad, un sentido único: convencer a la sociedad de que lo que uno dice tiene validez universal.

–¿En qué consiste el modelo teórico llamado “Intencionalidad editorial” que propone en el libro?

–Es un modelo teórico y metodológico aplicable a dos campos muy visibles de la práctica y de la reflexión teórica, en torno a las narraciones periodísticas. Es aplicable tanto a la producción como al análisis de lo que los medios periodísticos hacen. A la producción, porque plantea una serie de herramientas tendientes a la identificación y aplicación de una línea editorial, de la cual surgen elementos cotidianos de la práctica periodística. También es aplicable al análisis, porque propone una cantidad de herramientas para comprender y describir lo que el periodismo hace desde un modelo propio. Es un modelo que, básicamente, se apoya sobre pocos y simples ejes. El primero es el que nosotros llamamos “El desnudamiento del concepto de objetividad como mito”. En ese sentido, proponemos un acuerdo semántico en el que rescatamos la palabreja “objetividad” pero en una semántica muy propia de la práctica periodística. Toda disciplina propone un acuerdo semántico. Nos preguntamos qué es lo que distingue al relato periodístico de otros relatos. Y es, para nuestro modelo, la remisión a fuentes. Por ejemplo, el cartel publicitario que dice “Coca-Cola refresca mejor” no es periodismo porque no remite a fuentes. Es una apelación al consumo. Ahora, si a la empresa Coca-Cola se le ocurriere difundir esa proclama en formato periodístico, alguien debería hacerse cargo. Sería un relato periodístico si dijera, por ejemplo, lo siguiente: “‘Coca-Cola refresca mejor’, dijo William Perkison, ingeniero químico de la planta de Coca-Cola en Atlanta”. Si esto es verdadero o falso, es otra historia. Pero hay alguien que nos da la encarnadura del relato. Entonces, ahí está la “objetividad” del relato. Se discutió durante un siglo si el periodismo es objetivo o subjetivo. Los anglosajones hablan de “just the facts” (solamente los hechos). Y nosotros planteamos: “Para que un relato sea periodístico puede ser objetivo pero, para nosotros, ‘objetividad’ es remisión a fuentes y no a un principio de verdad”. Y así como debe ser objetivo en cuanto a remisión a fuentes, es necesariamente parcial. Es decir, toma partido. No hay práctica periodística neutral. Y partimos de algunas constataciones de carácter antropológico: no se conoce ningún acto humano imparcial. El humano siempre dirime entre varias posibilidades. Entonces, esa polémica que ocupa bibliotecas, o que aburre en debates en el seno de las empresas periodísticas, es obsoleta y ocultadora de la realidad. Por lo tanto, para nosotros, la noción “periodismo independiente” es vacua, falsa.

–¿Y el resto de los ejes del modelo de Intencionalidad Editorial?

–El segundo consiste en ubicar al periodismo como una especificidad de un género más amplio, más concretamente, del género propaganda. Esto es una conclusión que surge como consecuencia de la categorización del concepto de parcialidad. Dicho en otras palabras, el objetivo del periodismo no es informar sino crear sentido común. Es decir, crear un sistema de normas que tienen origen y producción de clase o de grupo con pretensiones de valor universal. Ejemplo: convencer de que la esclavitud está mal. Esta fue una práctica totalmente normal durante siglos. Por la propia dialéctica de la historia económica y de un modo de producción determinado en el sistema capitalista, hubo un momento en que las clases propietarias de los medios de producción requirieron la liberación de ese sujeto trabajador. A partir de entonces, la esclavitud pasó a considerarse un delito. Otro ejemplo: ¿cuál es el creador de sentido común más eficaz de la historia? Los Evangelios. Hace más de veinte siglos que han fijado un sistema de normas del bien y del mal. “No desearás a la mujer de tu prójimo”. Bueno, todos deseamos a la mujer del prójimo. Otro ejemplo: el voto femenino. Se consiguió hace muy poco. Hoy en día, nadie puede proponer que la solución en la Argentina sea que vuelva la esclavitud, que las mujeres no voten más, y que los chicos, en vez de ir a la escuela, vayan a trabajar. En la actualidad, esa afirmación es una aberración ética. Entonces, estamos hablando de una construcción ideológica, de un sentido común. El periodismo, insisto, tiene por función crear sentido común a través de una herramienta muy interesante como es “la transmisión de la realidad”. Nosotros decimos que no se transmiten realidades sino que estas se construyen. Desde el momento en que aceptamos la parcialidad, ya estamos construyendo la realidad. Es decir, si hoy en la esquina choca un auto, uno, como periodista, tiene varias posibilidades, varias fuentes para recurrir. El fotógrafo va a elegir el ángulo y el cronista la gramática, conforme a la mirada que tienen de los hechos. Por consiguiente, hay una construcción. La aprehensión de la realidad es una categoría idealista porque no hay una realidad, sino tantas realidades como sujetos participantes de ellas. Entonces, es muy interesante porque la ficción –la literatura y el cine– también coincide con el periodismo en la función de crear sentido común. La imposición del sentido viene de la apelación al principio de la verdad. No es que al escritor “este” le parece: es así. Fue así. A los Pomar los encontraron a 15 metros. “Es así.”

–Pasemos al tercer eje de su análisis de Intencionalidad Editorial.

–Plantea que no hay práctica periodística posible por fuera de la disputa por el poder. Para construir o reconstruir o modificar el estado de la naturaleza de clases.

–¿Se refiere tanto al poder político como al económico?

–Sí, al poder en general. En términos foucaultianos, el poder no reside solamente en el Estado sino que también habita y se practica en otros ámbitos de categoría más micro: en la familia, en la escuela y en la sexualidad. La mofa permanente de los géneros, de la homosexualidad, la versión grotesca de lo erótico en un medio de comunicación central, como ocurre en el programa de Tinelli, aunque exceda lo periodístico, es un mecanismo de posicionamiento de poder, en este caso, del poder descalificatorio, discriminador y machista. Pero no hay prácticas periodísticas, ni siquiera en el campo llamado “información de servicio”. Esta es un área más debatible. Nosotros tratamos de verificar el modelo de Intencionalidad Editorial en el caso del boletín meteorológico de la televisión. Con un grupo, nos pusimos a seguir el servicio meteorológico de la BBC de Londres. En un momento determinado notamos que Turquía, pese a ser un país europeo, no aparecía en el mapa. Justamente, era el momento en que se debatía en Bruselas el pedido de Ankara para incorporarse a la Unión Europea. El gobierno británico era una de las puntas que se oponían a ello y la BBC de Londres es un medio del Foreign Office, de la Cancillería británica. No había discusión. Pasemos a otra de las secciones supuestamente menos centrales de un medio periodístico, por ejemplo la de modas. Si uno ve Fashion TV pareciera que sólo hay en el mundo mujeres flacas, fantásticas, fabulosas, que están en el Mediterráneo y en el Caribe. No hay gordas, no hay feas y tampoco tipos feos. Y esto es una creación de sentido: es fascismo en estado puro. Trabajan sobre los sentidos. La contracara de esto es “negro de mierda”, “gorda de mierda” o “sos bolita”. Se trabaja desde ahí.

–En su libro se refiere a la influencia de los medios de comunicación y de su relación con los regímenes políticos, económicos e institucionales, o con las organizaciones sociales, según el caso. Y afirma que del modo en que se concrete y se dirima esa interactuación dependerá en última instancia que el poder siga siendo hegemónico o que sea modificado por otro de naturaleza distinta. ¿No es una mirada exagerada sobre el poder de los medios? Siempre se recuerda que Perón ganó las elecciones con la prensa en su contra.

–Esto es muy interesante porque hay constataciones permanentes de que el espacio mediático tiene una capacidad de influencia estratégica, pero que esta no se cierra en sí misma, si no Evo Morales no sería presidente. Y tampoco Chávez y Correa. Y el gobierno de Cristina Kirchner habría terminado hace un año, y los porteños andaríamos calzados con una 45 matando gente con cara sospechosa. La instalación del miedo, a partir de la matriz seguridad/inseguridad, es algo cuyas consecuencias todavía no se están midiendo. Alcira Argumedo dice algo muy interesante: “La capacidad de influencia de los medios de comunicación hegemónicos es inversamente proporcional a la capacidad de organización y movilización de los actores sociales”. Eso es muy interesante porque si no no se explicaría por qué Evo Morales, en cada elección, saca 10 puntos más. Con el Observatorio de Medios trabajamos en los 15 días previos al triunfo electoral de Evo en la primera vuelta, y notamos que la mayoría de los medios de Bolivia no sólo opinaban contra él sino que sacaron editoriales en los que lo calificaban como “el borracho” o en los que se afirmaba que “el indio tiene que aprender a hablar”. Y Evo, no obstante, ganó con más del 60 por ciento de los votos. Creo, entonces, que el debate por los sentidos, pese a la construcción corporativa casi ritualesca de los medios de comunicación a partir de mediados del siglo XX hasta nuestros días, denota este espacio como estratégico. Por eso es muy importante la nueva Ley de Medios: el otorgamiento de un tercio de la frecuencia radioeléctrica a, digamos, la sociedad, que provoca un proceso de democratización en los espacios mediáticos.

–En su obra hay una crítica muy fuerte a agencias de noticias prestigiosas como AP y AFP, y a diarios de reputación mundial como The New York Times.

–Sí. Durante toda la Guerra Fría –hoy esto sigue pero está un poco más disuelto– había un latiguillo en la construcción informativa del lenguaje de agencia que era “aseguraron fuentes diplomáticas occidentales”, traducible a europeas y estadounidenses. Remitía a un sentido común: que la convalidación del principio de verdad remitía a los poseedores del ejercicio de la palabra. Yo trabajé en Prensa Latina y en otras agencias de prensa confrontativas con las del bloque hegemónico, y te puedo decir que jugábamos mucho con este tema: usábamos “fuentes africanas” o “fuentes latinoamericanas”. La selección de fuentes y de la agenda son dos de las herramientas para la construcción de la parcialidad. Hay un trabajo muy bien hecho por la Universidad de La Matanza sobre la cobertura de algunos medios con respecto a aquellas famosas movilizaciones de la década del ’90, efectuadas por los movimientos piqueteros en Salta. En este trabajo se habla de porcentajes altos de fuentes utilizadas provenientes de Bomberos, Gendarmería y la Policía Federal. Muy pocas veces, o en algunos casos nunca, aparecían como fuente las víctimas de la represión. Entonces, la pregunta que hay que hacerse es desde qué mirada y desde qué voz se construye la información.

(*) Víctor Ego Ducrot compilador del libro Sigilo y nocturnidad en las prácticas periodísticas hegemónicas: una introducción al modelo teórico y metodológico Intencionalidad Editorial. Es director de la Agencia Periodística del Mercosur y del Observatorio de Medios de esa agencia, profesor de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP y autor de varios libros, entre ellos, Los sabores de la historia, El color del dinero, Los sabores de la Patria, Bush & Bin Laden S.A., Los sabores del cine y El Derrocado. Además, es columnista de la revista Veintitrés.