domingo, 8 de marzo de 2009

La Vendimia y los vendimiadores











La fiesta de la vendimia tiene un fuerte impacto y simbolismo en la memoria colectiva de los mendocinos, porque forma parte de nuestras más arraigadas tradiciones y costumbres culturales. En virtud de ello, resulta interesante reflexionar sobre la actividad vitivinícola en un contexto más amplio. La edición 2009 de la Fiesta de la Vendimia, en Mendoza, se encuentra en pleno desarrollo. Lo que sigue es un texto difundido días pasados por la organización Carta Abierta, de esa provincia.

El perfil productivo de la provincia

En primer lugar, queremos destacar que la vitivinicultura mirada desde el Producto Bruto, no representa la actividad económica de mayor relevancia en Mendoza.

Este sector no constituye la principal fuente de aporte al PB (Producto Bruto) de Mendoza, ya que los principales sectores en orden de magnitud según datos oficiales de la DEIE (Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas) para el 2007 son: Comercio, Restaurantes y Hoteles (26%), Industria Manufacturera (16%), Explotación de Minas y Canteras (14%), Servicios Sociales Comunales y Personales (14%), Establecimientos Financieros (10%), Agropecuario (10%), Transporte Almacenamiento y Comunicaciones (6%), Construcciones (3%) y Electricidad, Gas y Agua (2%).

Sin embargo el sector agropecuario -que produce el 10% del producto- contribuye con el 55.4% de las exportaciones manufactureras. (enero-noviembre de 2008) y los vinos exportados en recipientes inferiores a 2 lts. representan el 28.4% de las exportaciones (U$S 422.5 millones FOB) es decir más del 50% de las exportaciones totales del sector agropecuario. (fuente: DEIE)

¿Pero adónde van a parar estos ingresos? Vale la pena aclarar que la actividad vitivinícola experimentó cambios sustantivos en la segunda mitad de los ’80 que fueron consolidándose en los 90’ y que perduran hasta el presente.

A partir de los períodos mencionados, el sector fue girando desde la producción de vinos comunes de consumo interno hacia la obtención de vinos finos de mayor valor agregado dado su mejor precio por su destino a la exportación, principalmente.

Este proceso de reconversión vitivinícola con un alto componente de inversión extranjera, trajo aparejado ganadores y perdedores en nuestro campo.

Ganaron los grandes grupos económicos y perdieron los pequeños viñateros que no disponían de capital, conocimiento técnico y otras fuentes de ingreso alternativas para erradicar viejos viñedos y plantar nuevas cepas, que empezarían a ser redituables económicamente tras varios años de espera.

Algunos de los pequeños productores, vendieron sus tierras y se trasladaron a las ciudades en busca de nuevas alternativas de negocios.

Los trabajadores que eran empleados en estas fincas migraron, en su mayoría, también a las ciudades, pero en este caso al cordón del Gran Mendoza, muchos a vivir en villas inestables.

El alto nivel de concentración económica en el periodo citado, se tradujo, tanto en la concentración de la propiedad de las mejores tierras para producir uvas para vinos finos, como así también, en un pequeño grupo de empresas que dominan los tres eslabones del circuito de la vid: la fase de producción de uva, de transformación de la misma en vino u otros productos derivados -como el mosto concentrado- y la de su respectiva comercialización.

Aún así sobreviven un número importante de productores que se ven obligados a vender su producción a las grandes bodegas, al precio que estas disponen. El INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) y los Gobiernos Provinciales han sido testigos ciegos y mudos de estas transformaciones que estamos describiendo.

También sobreviven algunas pymes mendocinas que dan la pelea contra las grandes bodegas extranjeras, aun cuando los medios se ocupen poco de ellas.

Paralelamente se verifican transformaciones considerables en las formas de organización del trabajo que contribuyen a su precarización, entre ellas la aparición de la Cooperativas de Trabajo falsas.

La Vendimia (recolección y cosecha de la uva)

Dependiendo de la variedad y del destino de la uva, se estima que un vendimiador puede alcanzar un rendimiento de 50 a 80 “tachos” por día (medida creada por el Gobernador Ricardo Videla en 1934 con una capacidad de 20 kg). Es decir que diariamente un cosechador recoleta y traslada de la viña al transporte entre 1.000 y 1.600 kg de uva, aproximadamente.

En el transcurso del 2008 se les pagó según FECOVITA $1 por tacho.

Los cosechadores en el 2009 han solicitado un aumento en el valor del tacho y el Gobierno de Mendoza ofrece un magro 10%. Algunos empresarios estarían dispuestos a pagar sólo $0,79 por tacho, argumentando que se han elevado los costos y que han disminuido las ganancias por el impacto que ha traído para el sector la actual crisis económica mundial.

En San Juan, que ya empezó la vendimia, los cosechadores pidieron $1,50 por tacho y los empresarios sólo están dispuestos a pagar un $1.

Estos valores ofrecidos por el pago de los “tachos” no se condicen con el esfuerzo requerido por la tarea, con el ingreso diario digno y necesario al que debe llegar el cosechador y contribuyen a profundizar la desigual estructura social del campo en la provincia impidiendo incluso, una correcta alimentación de los cosechadores.

La situación descrita se torna aún más grave si consideramos que la vendimia es realizada en su mayor parte por cosechadores “golondrinas” que –muchas veces- viven con sus familias hacinados en galpones, sin condiciones dignas e higiénicas, durante unos 50 días aproximadamente que dura la cosecha y que además grupos de niños, “acarrean tachos” para ayudar al sostén de sus familias, violándose la prohibición del trabajo infantil.

Mendoza no es ajena al concierto Nacional

Esta realidad en la que unos pocos acrecientan su riqueza sin importar las consecuencias (migración hacia las villas inestables del Gran Mendoza, precarización de la vida en el campo, concentración de la propiedad de la tierra en manos de empresas extranjeras, explotación infantil, etc. etc.) mediante el uso de los símbolos y valores culturales de la población, es un tema que merece análisis serios en cuanto definen estratégicamente el perfil productivo de nuestro lugar en el mundo.

No es meramente un tema de espectáculo mediático y mucho menos electoral.

En consecuencia es imperiosa la intervención del Estado Provincial para limitar el lucro excesivo mejorando los ingresos de los trabajadores del sector vitivinícola lo que contribuiría, además, al aumento del consumo interno.

La Subsecretaría de Trabajo y Seguridad Social de la Provincia debe garantizar y velar por el fiel cumplimiento de la normativa legal vigente en el ámbito laboral y de seguridad e higiene.

El Estado Provincial debe recuperar la idea de establecer un mecanismo de regulación y control del proceso vitivinícola como antiguamente se ejercía desde la ex bodega Giol.

El Estado Provincial debe abrir un profundo debate en el seno de nuestra sociedad, con relación al perfil productivo que adoptará la provincia en los años venideros, fundamentalmente en la producción agropecuaria que utiliza los dos recursos más escasos de la región: tierras cultivables y agua.

Mientras los medios de difusión hoy llaman “campo” sólo al de la pampa húmeda y sus propietarios, se hace imprescindible reivindicar a los invisibilizados de siempre, los injustamente olvidados, los productores de la riqueza: trabajadores, peones y cosechadores; esos verdaderos protagonistas cotidianos del esfuerzo que sostiene las también postergadas economías regionales.