viernes, 17 de julio de 2009
¡Marche un guiso de lentejas!
Para la “perversa Trinidad”, que tiene hambre
Por Víctor Ego Ducrot
Pasaron más de veinte días desde que el gobierno se comió un buen boleo de votos. Como ustedes saben, los platos fuertes a veces son difíciles de digerir, y si le sumamos los tiempos editoriales a los que deben acomodarse páginas como ésta, pues entonces puedo decirles que corrimos con un favor y una desventaja.
Primero la desventaja: debí esperar casi dos semanas para que la presente receta llegase hasta ustedes. Ahora el favor: tuve tiempo suficiente para pensar en un buen menú de invierno y darme el gusto que muchos quieren darse, con un toque de malintencionada ironía, de cocinar para sus enemigos de siempre, reunirlos a la mesa y decirles lo que pensamos de ellos.
La idea me la regaló un artículo de José Martí -El plato de lentejas-, escrito en Nueva York y publicado en el periódico Patria el 2 de enero de 1894. Aunque para mi inspiración prevaleció el título, porque su texto remite a un tiempo y a un espacio distantes de nuestras pujas electorales, no quiero dejar de citar uno de sus párrafos, por su calidad claro: después, en los detalles, en las consecuencias, en las costumbres puede haber quedado algo por hacer, con problema tan profundo y difícil, en el espacio insuficiente de una generación.
A mí, las lentejas me gustan guisadas a partir de un sofrito de cebollas, ajos, ajíes, puerros y tomates en grasa de panceta; con chorizo colorado, patitas de cerdo, un tantito de osobuco, hierbas varias y en hervores de vino blanco y jugo de limón; y para el final una lluvia de perejil fresco picado. Más o menos así pero más sabroso lo preparó hace unas noches atrás Américo Cristófalo, director de la carrera de Letras de la UBA y lúcido intelectual argentino. Con él y en tertulia, entre potaje y potaje, entre copa de vino y copa de vino, desgranamos, por supuesto, el acontecer político vernáculo. Nos alcanzó la madrugada.
Al otro día tuvo lugar la revelación. ¿A quiénes de los enemigos del pueblo (gracias Ibsen, aunque aquí se utilice el plural) invitaría a compartir un banquete, y que cocinaría para ellos? Sin dudas que en estos tiempos de bajas temperaturas el plato sería un guiso de lentejas, con ingredientes herejes, porque al convite deberían concurrir los integrantes de la “perversa Trinidad”, es decir los vencedores en los comicios del pasado 28 de junio.
Ustedes saben que para los católicos la santísima Trinidad está compuesta por Dios padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pues en Argentina, y en nuestra América toda (para continuar con la semántica martiana) se creó la contracara malita del trípode mítico: la “perversa Trinidad”.
En ella, Dios padre fue reemplazado por el poder económico concentrado -¡Uy con la UIA y la mesa de enlace!-; el lugar del Hijo lo ocupan las asociaciones políticas sirvientes del Dios padre –incluso algunas con discursos progres- y el del Espíritu Santo, que está en todas partes, casi como hálito o aliento, fue expropiado por la corporación mediática comandada por San Clarín y sus acólitos. Ella, esa Trinidad, ganó las elecciones y si finalmente impone su modelo entonces sí estaremos como antes del cancionero republicano español, cuando los pobres comían mierda mierda.
Por eso, para aventar tanta mala onda, me permito el siguiente consejo, que no recomendación puntual. Camine por su barrio, tranquilo, tranquila; busque un boliche confiable, de aquellos que sobre un pizarrón anuncian el plato del día, con postre y una copa de vino, y zambúllase en el que prometa guiso de lentejas. Disfrútelo a la memoria de cualquier trinidad menos a la de la perversa, a la de esa que viene pisándonos los talones; mejor dicho entre nosotros, pisándonos la servilleta.
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