Fritas y al horno, en El Jardín de las Delicias. Un mexicano. Una rosarina. Cuarenta y un relatos en Obra Pro Nobis. ¡No se vaya!
Por Víctor Ego Ducrot
Fernando Buen Abad es mexicano y filósofo. Patricia Perouch es rosarina e ingeniera. Viven en Buenos Aires. Aseguran que son marido y mujer (no nos consta semejante legalidad) y, además de un lecho y un techo en común, los une el surrealismo y la escritura. Como todo esto huele a pecado, hace pocos días tuvieron que convocar a Hieronymus Bosch.
Los personajes centrales de esta historia fundaron hace muchos títulos el sello editor Obra Pro Nobis, que dice pertenecer a la Internacional Surrealista y difunde los textos que surgen del taller de escritura que el filósofo y la ingeniera dictan, cuando él desanda sus tareas en la Fundación Federico Engels y ella trueca sus cálculos por la literatura y la reflexión especulativa.
El Jardín de la Felicidad, con relatos de los talleristas e ilustraciones de El Bosco, es el último de sus libros hechos a mano, página por página en una computadora.
Fue presentado a fines de octubre. Como no podía ser de otro modo, y para amenizar la velada, allí aparecieron fuentes y fuentes de empanadas, por cierto argentinísimo comer que llegó a América como historia clandestina.
Nacidas en la vieja Persia, se hicieron moras y se afincaron en el Califato de Córdoba. Los andaluces, a quienes la corona de Castilla no veía con agrado en el Nuevo Mundo, se la ingeniaron para desembarcar por estas tierras; y con ellos arribaron las que, por aquí, pueden hacerse fritas o al horno.
En la presentación de la obra que nos ocupa las hubo viajeras por delivery –de varias empanaderías conocidas en plaza- pero también caseras. Las de Patricia, fritas ellas, que bien podrían aparecer en las mesas delirantes e imaginarias, con peces, frutas y moluscos, de El Jardín de las Delicias, del flamenco nacido en 1450.
Ya volveremos al libro y a las empandas, pero sería imperdonable no presentar aquí a dos amigos de Fernando que muy pronto serán personajes de esta columna: al doctor Salmón, con quien una vez departimos sobre el comer en la cultura vampírica, y al filósofo Medellín Leal, doctor con su tesis Mínima Crítica de la Razón Condimentaria: el origen de las especias en la comida mexicana.
Disculpada la digresión, regresemos a nuestra heroína y héroe de esta semana, y a las empanadas.
El año pasado, un mamarracho llamado Adrian White midió la felicidad por encargo de la ONU y llegó a la conclusión de que el país más feliz del mundo es Dinamarca. ¡Vaya impudicia la de este ¿científico? británico! Sin embargo, el libro El Jardín de la Felicidad nos plantea otra cosa: la felicidad es la loca de la casa, con 6.655.495,15 posibilidades de existencia. Puede que falle alguna, pero a no desanimarse. No es un dios griego, no es un fenómeno meteorológico. Pertenece a la realidad humana, a la historia, a las clases sociales y a la ideología.
Este año, un columnista sobre asuntos del comer probó las empanadas fritas más orondas, risueñas e incitantes al pecado de la desmesura; de masa crocante, relleno jugoso y de suave picor. Seguro que El Bosco las hubiera disfrutado.
Usted también podrá probarlas, la próxima vez que Obra Pro Nobis presente un libro; a menos que quiera comprar este último y haga el intento de que, además, Patricia y Fernando lo o la conviden con una empanada y un vaso de vino. Pero, ¿sabe una cosa?, tanto la editorial como las presentaciones tienen lugar bajo el techo que ellos comparten todos los días. Pruebe, llame al (011) 4862 4253.
Eso sí, no diga que yo le pase el número. Cuando se siente en la sala préstele atención a uno de los infinitos retratos que habitan esas paredes y, con la copa en alto brinde de mi parte ¡Salud y Revolución Social, como decía mi general! (por Emiliano Zapata claro).
Este artículo fue publicado el 8-11-07 por la revista Veintitrés, de Buenos Aires
sábado, 10 de noviembre de 2007
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