domingo, 14 de diciembre de 2008

Che… ¿Por qué no se van a España?










La mala leche (de cabra) de los super argentinos

Por Víctor Ego Ducrot

No crean que tengo algo personal contra los godos, ni mucho menos contra sus quesos, tan variados y muy buenos. Sí crean, porque es cierto, que los supermercados de nuestro país ya me llenaron la cacerola.

Y no sólo porque son formadores oligopólicos de precios y maltratan a los productores desde el poder que les otorga su enorme capacidad de compra y almacenamiento (esos serían temas para otra columna, y hasta para otra sección de la revista), sino porque prácticamente lo obligan a uno a abastecerse de la vituallas manducables que a ellos les conviene. Veamos un caso concreto.

Una tardecita de noviembre, puse proa hacia los supermercados del barrio que me cobija, con la vagoneta intención de conseguir algo de buen queso, sin mucho esfuerzo ni viajes a reductos especializados. Dios me castigó por ser tan fiaca: en el Coto ofrecían los consabidos President franceses - tan artesanales como las computadoras de la NASA-, pero fue en el Jumbo donde se me agotó la paciencia; en las góndolas se veían quesos de cabra importados de España, a más de treinta mangos el mísero triangulito.

Un paréntesis fuera de tema: ¿sabían ustedes que hace muy poco la justicia argentina llevó al banquillo de los acusados a un señor que en un super robó dos cachos de quesos port salut y cremoso light, de once pesos cada uno, simplemente porque tenía hambre?

Sigamos con lo nuestro. Le pregunté a un empleado, ¿dónde están los quesos de cabra vernáculos? Él me contestó que no había y me miró con desconfianza, como si yo no hubiese remarcado bien el acento en la “a” cuando pronuncié la palabra vernáculos.

¿Por qué un supermercado habría de privilegiar la producción local; por qué no puede importar lo que le salga del forro de sus cuadernos? ¿A nosotros qué nos importa? ¿Acaso deberíamos pensar en los muchos y notables productores argentinos? ¿O usted es uno de esos trasnochados que se opone a la libertad de mercado? ¿O es tan desagradecido que no reconoce los esfuerzos de la libre empresa absoluta y de los gobiernos que la protegen, para que nosotros todos y todas seamos cada día más felices?

Joder tío. Habla por nuestros teléfonos, deposita tus dineros en nuestros bancos, viaja en nuestros aviones y haz las reverencias del caso cuando un rey o un príncipe o una infanta con cara borbónica te ordenen callar. ¿Vale gilipollas?

Que me perdonen el sabroso manchego, y los vinos de Rioja, y el jamón pata negra y las maravillosas cocinas vascas y de Barcelona, pero por qué no os vais un poco a la mismísima…en fin, restablezcamos el orden y la compostura, y confiemos en que ya llegará el día en que las cabras sean de nosotros y las penas sean ajenas.

Mientras tanto me permito algunas recomendaciones, que paso a enumerar.

Al tope de mi lista de quesos preferidos, de leche de cabra, vaca y oveja, figuran los de Cabaña Piedras Blancas, de Suipacha, provincia de Buenos Aires. Si quieren saber dónde comprar sus productos o directamente adquirir alguno de ellos, consulte en el templo del todopoderoso Google. Pero desde ya les cuento que los Saint Julian, los Cendre y el Cabrambert son para acometer sin culpa con la gula y el resto de los pecados, sean o no mortales. También les recomiendo los de Cabaña La Carolina, de Jujuy (escriban en el Google quesillos punto com).

Sí, ya lo sé. Ustedes estarán por decirme no tengo tanto tiempo ni ganas de andar buscando por el ciberespacio cuando simplemente me agarró el antojo de queso, ni mucho menos me da el cuero para andar de compras por el mapa de la república. Quizás tengan razón pero después no digan que nos se los advertí. ¡Llegarán al super y se acordarán de la Santa María, la Niña y la Pinta!

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