sábado, 4 de octubre de 2008
Fantomas y el dulce de leche contraatacan
Los superhéroes apelan al clásico argentino para defender a Bolivia
Por Víctor Ego Ducrot
El viejo superhéroe volvió del frío. Recuperó la convicción y la fuerza que le otorgara Julio Cortázar en Fantomas contra los vampiros multinacionales, y una tarde de fines de invierno tomó el teléfono. Preocupado ante lo que acontece por aquí por el Sur, especialmente en Bolivia, se comunicó con varios colegas y personajes de historietas para decirles algo tenemos que hacer contra esa banda de fascistas que quieren llevarse por delante a Evo Morales.
Como nadie podrá desmentir esta historia –tampoco confirmarla, claro-, fuentes diplomáticas confiables informaron que Fantomas sólo excluyó de su lista de posibles camaradas a Homero Simpson, y no tanto por razones ideológicas sino porque no soporta sus horripilantes gustos culinarios. Quien se pasa la vida libando esa cerveza lavada que fabrican en Springfield y engullendo hamburguesas grasientas y pasta de maní no está en condiciones de asumir una causa noble como la nuestra, se dijo.
Tuvo rápidas y enfervorizadas respuestas de Asterix, Lindor Cobas el cimarrón, Clemente, Mafalda (Susanita se abstuvo) y Mendieta. Los seis, entonces, pusieron manos a la obra y se comunicaron con el Palacio Quemado. Hermano Evo, allí estaremos esta noche mismo, para ayudarte a lidiar con los racistas de la Media Luna. Como escribió en tapa la semana pasada la Veintitrés, no pasarán, le prometió Fantomas al presidente, pues ya tenían un plan en marcha.
En 1977, en un texto de su propia factura (Fantomas contra los vampiros multinacionales), Julio Cortázar, el mismo que alguna vez identificara al Río de la Plata con el color del dulce de leche, fue entrevistado por el héroe justiciero para encontrar una respuesta a la ola destructiva de libros que amenazaba al mundo.
Dicen las fuentes seguras consultadas que, de aquel encuentro, Fantomas se llevó una idea fija: el dulce de leche, además de solazar los paladares, puede aligerar las mentes, otorgarle fuerza a las convicciones y, en el más extremo de los casos, brindar toda la energía que hace falta para correr a los racistas, como se dice en buen cristiano, a patadas en el culo.
Y así fue como un comando secreto de personajes de historietas llegó a La Paz, provisto con los mejores dulces de leche de planeta, para ofrendárselos a Evo y sus compañeros, y quedarse con ellos para enfrentar a los prefectos y a las conspiraciones de petroleras, empresas de la soja –muy amiguitas de los sojeros de aquí- y del gobierno de Estados Unidos. Suponemos que Cortázar se sentiría orgulloso de semejante brigada internacionalista.
Sucede que el dulce de leche es muy apropiado para esos menesteres, puesto que, por más que le duela al patrioterismo gastronómico vernáculo, se trata de una confitura de origen muy latinoamericano. Antes que en comarcas argentinas se elaboró en la Capitanía General de Chile, donde lo bautizaron manjar blanco, en el Caribe le dicen fanguito y en México dulce de cajeta (disculpen los castos oídos porteños por la expresión).
Dijeron algunos periodistas que accedieron aquella noche al Palacio Quemado que Fantomas y su gente desplegaron ante Evo Morales algunas de las mejores expresiones dulcelecheras de la actualidad: Don Bosco (de la Escuela Agrotécnica Salesiana, que funciona en Uribelarrea), Chimbote, San Ignacio , Poncho Negro, Conaprole (de Uruguay) y Piedras Blancas (de leche de cabra, elaborado en Suipacha), por sólo mencionar algunos de los que prefiere al columnista.
Con la última y untuosa cucharada aún refulgiendo en sus bocas, Fantomas, Asterix, Lindor Cobas, Clemente, Mafalda y Mendieta entonaron ¡Aquí estamos, donde las cataduras de mala laya exigen nuestra presencia!
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