domingo, 17 de octubre de 2010

Una ensaimada para mi amigo Rafael



Zafamos por un pelito pero ojo que allí están. Un dulcecito por favor.

Por Víctor Ego Ducrot

No soy advino y por eso ni idea tengo de lo que sucederá entre este momento en el que escribo y el día que ustedes abran su ejemplar de la Veintitrés y lean, si es que lo hacen, el texto que cada siete días y con cariño les hago llegar. Pero el jueves de la semana pasada, de repente, me desaparecieron las ganas de comer el asado que se avecinaba; estaba yo en medio del rió Paraná y en la pantalla del celular apareció el siguiente mensaje: golpe en Ecuador.

Horas después, los golpistas perdían la batalla, Rafael Correa hablaba desde la terraza del Palacio de Gobierno y, en Buenos Aires, los jefes de Estado de UNASUR decían lo que tenían que decir. Y suerte que lo hicieron y seguirán alertas, porque creo que no todo ha terminado, que les salió mal esta vez, pero allí seguirán agazapados, en la Mitad del Mundo y en cualquier otro punto de este continente nuestro, que aspira a vivir una democracia verdadera.

Cuando las aguas se tranquilaron pensé otra vez en qué favor a los argentinos y a todos los latinoamericanos hace, por su propia existencia, la nueva Ley de Medios que aquí impulsaron infinidad de organizaciones sociales y el gobierno de Cristina Fernández. ¿Registraron ustedes que pocos días antes de la intentona golpista en Quito, algunos popes argentinos y ecuatorianos de ADEPA, a las ordenes de Magnetto y otros sospechados de crímenes de lesa humanidad, se reunieron en forma más que discreta? Pues sí, como en tantas otras oportunidades, los paladines de la llamada “prensa libre” de los monopolios se juntaron para conspirar contra la Constitución; y si no me creen tómense el trabajo de recorrer los informes de los Observatorios de Medios de las Universidades Nacionales de La Plata y Lomas de Zamora sobre cómo hacen lo que hacen eso medios para atentar contra la democracia (son fáciles de encontrar en Internet).

Les decía. Estaba yo en aquellos momentos en medio del río, frente a las costas de San Pedro, grabando imágenes para el programa Sabores de América, que se emite todos los miércoles a la once de la noche por CN23; y de vuelta a tierra, y pese a las malas noticias, dirigime a la confitería que lleva por nombre el mismo que denomina a la gran confitura de la región, La Ensaimada, en la esquina que hacen la calle Mitre y el bulevar Moreno, en el centro sanpedrino.

No iba a perder la untuosa oportunidad de solazarme con esa especie de budín suave y esponjoso relleno de a ratos con dulce de leche, de a ratos con crema pastelera; postre éste que nació allá por el siglo XVII en la isla mediterránea de Mallorca, aunque vaya a saber uno por qué - seguro debido a esas maravillas que son las yuxtaposiciones culturales, consecuencias directas del migrar humano por el planeta-, obtuvo conchabo y asiento a orillas del Paraná bonaerense. Si van por San Pedro, no se la pierdan; les aseguro que el dulzor medido de las ensaimadas, sus susurros de amor al oído del gusto, son tanto alegría para la fiesta como consuelo para el pesar.

Y como aquél jueves a la hora de la siesta lo mío era el pesar, la preocupación por la suerte de la democracia en Ecuador, me acerqué a la confitería de marras, miré fijo a la dependienta y dije: las dos mejores que me pueda ofrecer este honorable establecimiento; y sabe por qué dos, no porque sea un goloso desmedido sino que la primera me la despacharé con amigos, a la orilla de río, y la segunda será una ofrenda simbólica a don Rafael Correa, como ruego laico ante tanto odio oligárquico, tanto odio racista, tanto canto a la muerte de los conocidos de siempre, de los de allá, por donde alguna vez anduvo el Inca, y por los de aquí, los de la maldita Argentina patricia.

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