jueves, 25 de marzo de 2010

Vino tinto y canelones a la Gran Pepe




¡Que viva la Banda Oriental! Y a bancarse algunas bromas gastrovineras, ché

Por Víctor Ego Ducrot

Primero lo primero. Amo a los primos. Salvo cuando juegan contra nosotros, grito por la celeste; y para carnestolendas nada mejor que las llamadas. Viviría encantado del otro lado del charco y soy fanático de los chivitos y de las tortas fritas. Jamás olvidaré el humo de los Oxibitue, el nombre Fu-Fun me emociona y nada mejor que un medio y medio con sanguchitos de mejillones. Es más, y presten atención a lo que sigue: ¡en general, me gusta más el asado como lo hacen ellos que el de las parrillas de este lado!

¿Quedó claro, queridos yoruguas, que lo mío es entrañable? Pues entonces bánquense un poco lo de los próximos párrafos.

¿No les perece demasiado andar diciendo por ahí, sueltitos de cuerpo, que para ustedes el tannat es lo que para nosotros el malbec?

A sabiendas de que no faltará quién me acuse de reaccionario, compartiré con ustedes el siguiente recuerdo. La palabra tradición tiene varios significados: transmisión de noticias, composiciones literarias, doctrinas, ritos, costumbres, hecha de generación en generación; noticia de un hecho antiguo transmitida de ese modo; doctrina, costumbre, conservada en un pueblo por transmisión de padres a hijos; elaboración literaria, en prosa o verso, de un suceso transmitido por tradición oral; entrega a alguien de algo; conjunto de los textos, conservados o no, que a lo largo del tiempo han transmitido una determinada obra.

Y si tiene tantos significados, por qué no agregarle uno nuevo: experiencia social compartido a lo largo de generaciones, autoreconocida como tal y reconocida por los otros. Es eso lo que sucede con la argentinidad y la chilenidad del vino en esta parte del mundo, occidental (y oriental ¿no?, depende donde uno se pare) y cristiano (aunque no parece, con tanto alcalde porteño que cierra hospitales). Para no seguir desvariando: el tannat uruguayo está bueno –he tomado algunos muy pero muy buenos – pero decir que es como nuestro malbec, en fin, se las va la mano; digo, me parece.

Hablando de la cepa roja que motivó estas reflexiones - más que reflexiones son chanzas - valga recordar que, aquí, sus vinos cada día son mejores; y algunos de ellos a precios más que razonables. El otro día, y sin desmelenarme demasiado porque simplemente fui al super del barrio, me hice con uno (con una botella, se entiende) cosecha 2009. Elementos se llama; es de la bodega El Esteco y lo elaboran con uvas criadas en los valles Calchaquíes, a dos mil metros de altura. Se los recomiendo, y gastarán no más de veinte pesillos.

Si me leyeron la semana pasada se habrán enterado de que me agarró el berrinche de invitar a comer a presidentes y presidentas (¡cómo morfaron!). Pues sigo con lo mismo, pero esta vez me gustaría cenar a solas con José Mujica; es lo menos que se merece. No se si le gustarán pero si Caruso, el cantante, tuvo su salsa, yo acabo de inventar la Gran Pepe, ideal para sazonar canelones.

Es muy simple. Una especie de blanca pero con “crema” o procesado de salvia y queso parmesano. Eso sí, olvídense de la nuez moscada porque desmerece el sabor del yuyito verde; ideal para unos canelones de ricota fresca y espinaca. Por supuesto que los acompañaremos con un tannat uruguayo, y todo en honor del viejo y querido jefe tupamaro.

¿Saben por qué elegí canelones? Para que el homenaje sea doble, para el Pepe y su salsa, y para el Canelones de Uruguay, es decir el departamento sureño que, entre otras casas, se caracteriza por tierra rica y sol generoso, todo muy apropiado para las mejores parras y sarmientos de mi querida Banda Oriental. ¡Salud!

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