domingo, 22 de noviembre de 2009

Uffff, otra vez hay que ir a la escuela


Da un poco de fiaca, pero al final todo es como El Símbolo. Bar, café y morfi.

Por Víctor Ego Ducrot

La verdad que sí, que da un poco; ¡qué digo un poco, mucha fiaca!, pero les aseguro que vale la pena. Volver a la escuela tensa las cuerdas o mejor dicho en nuestro caso, destapa las hornallas y nos acomoda las sartenes en el balero. Y así fue como un día tomé la decisión; me lustré los zapatos y las uñas, arremetí temprano en la mañana, y elegí un banco de la última fila: si el sueño y el cabeceo me traicionaban no era cosa que la seño se diese cuenta.

Este año me tocaron unos profes que da gusto oírlos, tanto gusto que si no fuera porque no quiero quedar como un olfa, como uno de esos que le llevan medias lunas a la maestra para que el boletín luzca bonito, les aseguro que los invitaba a morfar.

La gente de la facu de Periodismo de la Universidad de La Plata se portó tal cual el buen dios manda: convocaron como docentes a académicos propios y de otros centros de estudios. Ente los primeros a la doctora Florencia Saintout, y entre los segundos a las también doctoras y doctor Silvia Delfino, María Pía López y Martín Becerra.

Los pibes dirían que Florencia es una capa, estimula a los más rezagados, por lo menos en edad, como yo. Silvia siempre te deja pensando, a golpe de dialéctica negativa. Martín ayuda a ser claro, primero con uno mismo y después respecto del tema que pretendés saber o aprender, para ser más precisos. Y María Pía se convirtió en ídola: con Sarmiento, Alberdi, Mariátegui, el gran Martínez Estrada y Walsh (sólo le faltó Lucio.V. Mansilla, Ja Ja) demostró que el ensayo como género está mas vivo que nunca. ¡Salud a los cuatro che!, y como decía antes, si no fuese porque puedo parecer un chupamedias los invitaba a cenar.

Aunque a decir verdad, quizá cambie de idea y un día de estos me ponga a cocinar y les chifle para que se den una vuelta por casa. Fíjense ustedes que todos esos profes son gente de ideas claras y por consiguiente entienden de símbolos.

Porque no me van a negar que -cambiamos de tema y de personajes- aquellos que no entienden o no quieren entender de mensajes claros suelen ser gentes distraídas, un tanto lelas o simplemente de mala leche, como los de la SIP, por ejemplo, que estuvieron jodiendo por aquí con eso de la libertad de prensa como privilegio de unos pocos (patrones, claro), o como el cana Mauricio, que de tanto dale que dale al espionaje policial, los gorra se metieron con su familia (de negocios, claro) ¡El Altísimo salve a nuestra pobre Buenos Aires!

Pero volvamos a nuestros queridos profes, que tanto hacen por desburrarnos. Sí, sí, un día de estos cumplo con el convite, pero mientras tanto permítanme recomendarles un boliche porteño que - ¡vaya casualidad! - se llama El Símbolo.

Queda justo en la esquina que forman las calles Mario Bravo y Guardia Vieja; tiene cuatro mesas adentro, con una barra que antes fue mueble de familia, y otras tantas sobre la vereda. Allí mismo me enteré que es algo así como el hermano menor de otro que, con el mismo nombre, funciona a pocas cuadras, sobre la calle Corrientes.

El café es excelente y las minutillas para el medio día también. Hasta ahora llevo probados los sorrentinos de mozzarella con salsa de tomates, las tortillas de papa y unas milanesas con puré que nada tienen que envidiarle a las que freía mi abuela -las mejores del mundo -, más allá de que, si me permiten algunos chismes de intimidad, la mujer de mis sueños prefiera las de su suegra. Pero ese es un punto de la dialéctica “nuera – madre del marido” que ni los más tortuosos senderos del pensamiento (con o sin escuela de Frankfurt) podrán jamás desentrañar.

Y ahora me voy a la cama que mañana tengo clases. ¿O me hago la rata? No sé, ando justo de faltas. Chau.

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